Sarita Gonsales se quita la ropa de puta para ir al locutorio. También SE QUITA ESE NOMBRE QUE LE SOBRA COMO UNA ENFERMEDAD y llama a su mamá. ¿Mamita, cómo estás? Hola, Yolanda, mi niña. He recibido noticias de León, me dice que se vuelve para allá. Sí, hijita, echa mucho de menos esto. ¿Y tú cuándo vienes? ¿Cuándo dejarás esas ideas tuyas de prosperar en España?
Yolanda/Sarita está verdaderamente cansada de su vida en España. La gente por la calle la sigue viendo como un ser de segunda, como adquirida en una tienda de ropa usada. Tampoco soporta el pluriempleo, y menos aún esas sesiones en las que tiene que mostrar sus kilos de más. Trabajar para el hombre. Pero eso es lo que más dinero le da, y ella necesita dinero. Había tramitado su tarjeta de residencia por la universidad de Bellas Artes y la beca de doctorado le daba para unos meses. Allí podré establecerme, ganarme la plata pintando paisajes. La luz de España seguro que me traerá buena suerte –pensaba Yolanda/Sarita una y otra vez antes de coger su maleta vieja y despellejada y venirse a la península. Luego, como un ritual, leía UNA HABITACIÓN PROPIA de Virginia Wolf y soñaba con tener una buhardilla en el centro de la ciudad, mirando al cielo, bien arriba. La habitación de Yolanda/Sarita la comparte con dos portorriqueñas más. Huele a humedad y las cucarachas transitan pintando el suelo de marrón. Ahora Yolanda/Sarita sueña con los colores vivos de su Puerto Rico. Más lo sueña Sarita que Yolanda.
Además, ya sabéis que soy una trágica, he de sublimar al personaje...